En Escuchar con las manos, Nereida Apaza avanza en ese desafío que se ha impuesto al lograr, a través de la visualidad como filtro y objetivo, entre narración, discurso crítico y examen minucioso. un despliegue de situación compartida, de experiencia común y quizás, sentimientos y emociones que buscan establecer claramente orígenes, dudas, contradicciones y desencuentros, verdades derrumbadas, ilusiones lejanas.
En este despliegue de recuerdos y vivencias infantiles, donde la experiencia escolar es protagonista y su resultado marca indeleble, nuestra artista se sirve de lenguajes distintos, no como traducción sino como elementos fusionados. La palabra escrita no solo es significado oral, también se comporta como signo visual y testimonio gestual, sea por el trazo del grafito o el hilo maestro que borda, se hunde en el soporte y reaparece en formas obligadas. Vestido, cuaderno, advertencia impresa, ambiente sugerido no son producto solo de memoria y nostalgia, sino marcas de vida y discurso comunitario. Así fue, pero persiste y ahora obliga al discernimiento, el juicio crítico, el comentario silencioso pero sonoro, potente e inquisidor.