Irina Gonzales ha graficado el equilibrio de energías o fuerzas invisibles cuyas coordenadas determinan la existencia del ser humano, que en su esquematizada versión adopta la forma de una figura varonil, siempre apacible y sin rostro, que sentada, de pie o levitando con los brazos extendidos –casi un pictograma– es la protagonista y la clave de cada escena. (Y siempre se trata del mismo individuo, aunque lo veamos duplicado, mirando a su doble o dándole la espalda, circunstancias que subrayan la cualidad de ensoñación de aquello que vemos y que explica que se desplace de un plano a otro buceando, solo o en cardumen, mientras lleva puesta la ropa y los zapatos).